El final de las mediciones: por qué es una buena noticia
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2018Unesco Subject/s
Abstract
Durante años parecía que el trabajo fundamental de un aparejador era la medición, lo que se enseñaba tradicionalmente en las Escuelas. Cuantificar hasta el último detalle los más minúsculos elementos del edificio. Hoy, este trabajo, completamente rutinario, lo realizan perfectamente los ordenadores si el proyecto se ha realizado con BIM. Puede que haya elementos del proyecto sin modelar, puede que no todos los componentes del modelo tengan una relación biunívoca con las unidades de obra del presupuesto, pero la mayoría del trabajo de medición es automático. ¿Ha acabado la profesión? No, porque la base del trabajo del aparejador no es medir. El centro de su tarea es sustituir los tipos ideales, genéricos, que figuran en el proyecto, por productos y soluciones constructivas específicos de un entorno tecnológico, geográfico y temporal definido, que existe en el mercado y al que se puede poner precio. Esto no cambia en el modelo BIM, porque las especificaciones suficientes para definir “arquitectónicamente” el proyecto no son las mismas que para licitarlo, al igual que éstas no son suficientes para construirlo. Por tanto, el trabajo rentable, productivo, creativo, del aparejador es ahora aún más importante y más cualificado. Se trata de sustituir la visión reduccionista de “las mediciones” por el punto de vista completo de “la gestión del coste”; que se inicia desde antes de que exista un proyecto hasta que se entrega y que termina tras el período de garantía, o cuando el edificio termina su vida útil. Proceso en el que el ordenador aporta su valor como herramienta, por supuesto, pero que está lejos de tomar decisión alguna que reemplace el trabajo de los profesionales.
Durante años parecía que el trabajo fundamental de un aparejador era la medición, lo que se enseñaba tradicionalmente en las Escuelas. Cuantificar hasta el último detalle los más minúsculos elementos del edificio. Hoy, este trabajo, completamente rutinario, lo realizan perfectamente los ordenadores si el proyecto se ha realizado con BIM. Puede que haya elementos del proyecto sin modelar, puede que no todos los componentes del modelo tengan una relación biunívoca con las unidades de obra del presupuesto, pero la mayoría del trabajo de medición es automático. ¿Ha acabado la profesión? No, porque la base del trabajo del aparejador no es medir. El centro de su tarea es sustituir los tipos ideales, genéricos, que figuran en el proyecto, por productos y soluciones constructivas específicos de un entorno tecnológico, geográfico y temporal definido, que existe en el mercado y al que se puede poner precio. Esto no cambia en el modelo BIM, porque las especificaciones suficientes para definir “arquitectónicamente” el proyecto no son las mismas que para licitarlo, al igual que éstas no son suficientes para construirlo. Por tanto, el trabajo rentable, productivo, creativo, del aparejador es ahora aún más importante y más cualificado. Se trata de sustituir la visión reduccionista de “las mediciones” por el punto de vista completo de “la gestión del coste”; que se inicia desde antes de que exista un proyecto hasta que se entrega y que termina tras el período de garantía, o cuando el edificio termina su vida útil. Proceso en el que el ordenador aporta su valor como herramienta, por supuesto, pero que está lejos de tomar decisión alguna que reemplace el trabajo de los profesionales.